(Incluye un juego)
Una
amiga mía dice que yo no leo libros sino que me los estudio. A mí me hace
gracia la ocurrencia, pero creo que en realidad algo de eso hay.
En
ocasiones, personas que me conocen pero no mucho, dan por hecho que leo
muchísimo, y me preguntan, con curiosidad, cuántos libros leo al mes.
Seguramente esperan que les responda con alguna cifra llamativa, pero la verdad
es lo contrario: que leo muy poco. Es verdad que leo a diario, pero leo pocos libros al cabo de un mes. Diría que, por término
medio, leo tres libros al mes, calculando una media de doscientas páginas por
libro y teniendo en cuenta todas las excepciones que se puedan presentar. Es
decir, pueden ser cuatro, dos o incluso sólo uno, según las circunstancias.
La escasa cantidad de libros leídos por mí al mes o al año se explica sobre
todo por mi notable lentitud. Hay muchas personas que leen dos libros a la
semana, o que incluso pueden leer un libro en un día. Yo, en cambio, me
desplazo por las páginas como una tortuga por el campo: pasito a pasito, con
parsimonia, sin prisas por llegar al
final. ¿Y a qué se debe esa lentitud?, puede que se pregunte alguien. Y la
respuesta es muy sencilla: es que además de leer despacio me detengo muchas veces. Leo las frases, las
releo, las subrayo; leo y vuelvo a leer
los párrafos que más me gustan, los señalo; vuelvo atrás cuando dudo sobre algún detalle... Y así todo lo que se tercie.
Otras
veces ocurre que la página o el párrafo
me resultan tan ágiles -ya sea por su emoción o su ritmo-, que lo leo no como la tortuga sino como la liebre,
porque las palabras parecen ir a galope y arrastrarme en su carrera. En esos
casos, claro, después de esa primera lectura veloz, también vuelvo atrás para
leerlo otra vez más despacito.
Claro
está que todo esto depende de cada libro. Hay algunos en los que no encuentro
motivo para tanto detenimiento. Pero cuando sí lo encuentro me parece un
desperdicio no leerlos así, con deleite y dedicándole tiempo y atención. Porque lo que me
interesa no es sólo avanzar para ver cómo se resuelve la cosa, sino adentrarme y complacerme en todos los detalles de la historia, del lenguaje y de las ideas.
The Explorer (Rebecca Campbell) |
Todo
esto no es más que mi manera de leer, mi forma de relacionarme con el libro y
que coincide con mi forma general de proceder. Pero no quiere decir que me
parezca necesariamente la mejor forma de leer. De hecho, muchas veces me pregunto si es
necesaria tanta demora, tanta dilación, para extraer del libro su esencia. Y si
no sería mejor dedicar menos tiempo a cada libro y abarcar más, como esas
personas que leen diez libros al mes y que en verdad me producen cierta
envidia.
Pero
supongo que esto no tiene remedio, y que cada uno lee a su manera del mismo
modo que hace todo lo demás a su manera.
El
caso es que al pensar en esto no he podido evitar preguntarme cómo leerán
ustedes. Y como una cosa lleva a otra, he pensado que podría estar bien hacer
un pequeño juego, de esos que a veces planteamos en este blog, y que viene a ser lo que ya hicimos en aquella otra entrada titulada De-text-ives.
Así que si les apetece, la idea es que dejen ustedes aquí sus amables
comentarios, pero no con su identificación habitual sino con seudónimo; y que
en ese comentario me digan cuál es su forma de leer, cuántos libros leen por
término medio al mes o al año, si se consideran lectores lentos o rápidos… en
fin, todo lo que les parezca oportuno. Y yo, por mi parte, guiándome por el
estilo de esos comentarios, por el idiolecto, o por lo que creo saber o intuir
de ustedes como lectores, intentaré adivinar quién se oculta detrás de cada
seudónimo.
Espero
que les parezca interesante esta propuesta y, en cualquier caso, espero sus comentarios como siempre.
Muchas
gracias.