jueves, 17 de diciembre de 2015

Que hablen ellos (una vez más)


Cuando un año va terminando  y otro está a punto de comenzar,  al margen de las celebraciones y los sentimientos promovidos por los medios de comunicación y consumo, parece que, de manera natural, el alma se nos vuelve como esponjosa, y predispuesta a absorber ideas de renovación y mejora.

Por eso, como otras veces, he estado hablando con unos amigos muy simpáticos y muy listos, y les he pedido que me dejen algunos pensamientos suyos para compartirlos con ustedes.
Y en esta ocasión, Robert Walser, Robert Louis Stevenson, Octave Uzanne, Leon H. Vincent y Stephen King, me han hablado de formas de felicidad,  de sentirse bien. Y, viendo lo que dicen, me da la impresión de que nuestro bienestar reside en nosotros mismos, en nuestra forma de afrontar la realidad.

Por ejemplo, un cambio de actitud, una forma diferente de enfrentarse a las cosas, pueden convertir a un desdichado en alguien feliz y satisfecho:

“Volví a respirar más tranquilo y más libre… y volví a ser un hombre más hermoso, más cálido, más feliz. Poco a poco vi desaparecer los temores que llenaban mi alma; la tristeza y el vacío de mi corazón y la desesperanza se transformaron lentamente en alegre y serena satisfacción, y en un agradable y vivo interés que aprendí a sentir de nuevo. Estaba muerto, y ahora es como si alguien me hubiera elevado y alentado. Donde creía tener que sufrir muchas cosas feas, duras e inquietantes, encuentro el encanto y la bondad, y lo hallo todo tranquilo, familiar y bueno.”

Robert Walser. El paseo (1917)

Todos nuestros autores, que tan sabios  y cultivados son, están de acuerdo en que los sentimientos, más que el intelecto, son lo fundamental para vivir contentos:

“Adiós, amigo, es usted joven, ame la vida con alegría y nobleza, sin demasiadas cosas en la mente, pero con muchas en el corazón […] Piense que cuanto más ganamos del lado de la inteligencia más perdemos del lado del instinto, y la pérdida no compensa la ganancia.”

Octave Uzanne. “El bibliotecario Van Der Broëcken de Rotterdam” (1895)

 
Pero, claro, han de ser sentimientos sinceros, sin disfraz; si son fingidos no reportan bienestar:
“La verdad hacia el sentimiento, la verdad en una relación, la verdad hacia tu propio corazón y tus amigos, nunca simular ni falsificar la emoción: ésa es la verdad que hace posible el amor y feliz a la humanidad.”
Robert Louis Stevenson. “La verdad de la conversación” (1879)

 
Y si compartimos los sentimientos con los demás, la felicidad será aún mayor :

“Un sentimiento compartido es uno de esos grandes bienes que hacen que la vida resulte agradable y siempre nueva. Saber que otros han sentido lo que nosotros hemos sentido, y que han visto cosas, aunque sólo sean cosillas, de forma no muy distinta de cómo las hemos visto nosotros, será, hasta el final uno de los placeres más exquisitos de la vida.”
 
Robert Louis Stevenson. “Apología de la pereza” (1877)

 
Otro de nuestros amigos está de acuerdo en que un sentimiento compartido produce  satisfacción y contento, pero le da a la idea un matiz específico. Seguro que ustedes también están de acuerdo con él:

“Para los lectores, uno de los descubrimientos más electrizantes de la vida es que son lectores: no simplemente capaces de leer […] sino de enamorarse de ello. Sin remedio.
El primer libro que consigue esto nunca se olvida, y cada página parece traer una nueva revelación, que quema y exalta: ¡Sí! ¡Eso es! ¡Sí!  Y por supuesto: ¡Eso es lo que yo pienso! ¡Eso es lo que yo SIENTO!
Stephen King. Finders Keepers (2015)

 
Por último, aquí tenemos lo que a mí me parece que es la descripción de un hombre verdaderamente dichoso. Incluso la podríamos tomar como una lista de ingredientes con los que elaborar el bizcocho de la felicidad:

“De manera que, en cierto modo, era la encarnación de la tolerancia, al igual que, sin duda, era la encarnación del buen humor y la generosidad. No le envidiaba a nadie los dones de la naturaleza o del destino. No sólo se complacía en vivir y dejar vivir sino que se esmeraba en hacer que la vida de los demás fuera un placer para ellos, y recibía con risueña serenidad comentarios adversos sobre sí mismo.”
Leon H. Vincent. El bibliótafo (1898)



Esta tierra es mía (This Land is Mine. Jean Renoir, 1943)

Para todos ustedes, amigos de Juguetes del viento, mis mejores deseos y mi sincero agradecimiento, siempre, por su presencia.

 

domingo, 6 de diciembre de 2015

Un libro, una emoción



Nuestro amigo Holden, a través de su blog, me ha propuesto participar en un juego que me ha parecido original e interesante.
El juego está inspirado por la película Inside Out (“Del revés”), en la que cinco personajes de animación representan sendas emociones: alegría, tristeza, miedo, asco e ira. Y se trata de elegir cinco libros, cada uno de los cuales nos haya  producido una de esas emociones.

Me ha resultado muy difícil elegir un solo libro para cada emoción, por lo que en algunos casos me he tomado la pequeña libertad de nombrar dos. O tres.
Son estos:

Alegría. Al pensar en un libro que me haya producido alegría o felicidad, he llegado a la conclusión de que cualquier libro que me gusta me produce felicidad y me alegra; pero quedarme ahí sería hacer trampas. Se trata de elegir un libro que me haya alegrado el ánimo y me haya hecho sonreír. Y entonces han aparecido ante mí  El paseo de Robert Walser, y las Historias de amor, de las que ya hablamos hace poco aquí, del mismo autor. Pero también  La tienda de los suicidas, de Jean Toulé, que a pesar de su título, es un libro divertido y optimista, con unos personajes sombríos y cenizos que regentan una tienda de artículos para el suicidio, y que descubren con recelo que el hijo menor les ha salido de lo más risueño y alegre.

Asco. Esta ha sido la relación que más me ha costado establecer, porque no recuerdo ningún libro que me haya causado impresión de asco. Sin embargo, recientemente he leído uno que me ha producido angustia y rechazo. Me refiero a  El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle, que es una historia de amor, del amor de un padre por su mujer y su hijo; pero es que está llena de detalles “orgánicos”, de minuciosas descripciones de dolor y trauma físico,  algo para lo que yo no tengo espíritu.


Ira. También en este caso dos libros han aparecido a la vez: El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, y La herencia de Eszter, de Sándor Márai.
En el primero, como es bien sabido, la injusticia y la traición de las que es víctima Edmundo Dantés dan mucha rabia y ganas de decirle cuatro cosas al pérfido Fernando Montego.
Y en el de Márai, el personaje llamado Lajos es un tipo despreciable, un timador y un frescales, que se aprovecha del encanto personal que la naturaleza le ha dado para embaucar a quien tiene mejor corazón que él. En el fondo es un infeliz, siempre trampeando y siempre insatisfecho, pero no escarmienta, y mientras tanto va destruyendo la vida de quien haga falta con tal de salirse con la suya. 
Es una historia emocional y psicológicamente intensa y muy interesante.


Esta escena da mucho más
miedo en el libro
Miedo. Desde niña me gusta el género de terror, el suspense, el misterio, y he pasado maravillosos momentos de emoción y sinvivir gracias a este tipo historias. Y, como saben algunos de ustedes, el autor al que más he leído en este género es Stephen King, que, dicho sea de paso, no es sólo un autor de terror. Pero ése es otro tema. Centrándonos en el que nos ocupa, uno de los libros que más miedo me ha hecho pasar es El misterio de Salem’s Lot. Escenas como las de aquellos hombres metiendo los ataúdes en la casa abandonada, o la del niño Danny Glick llamando a la ventana del dormitorio de su hermano, ponen los pelos de punta, sobre todo si tienes doce o trece años.

Tristeza. De nuevo dos libros vinieron sin titubear a mi mente al pensar en esta emoción, y no puedo dejar de lado ninguno de los dos.
Uno es La educación sentimental, de Flaubert, y el otro Flores para Algernon, de Daniel Keyes, una conmovedora historia de ciencia-ficción. Los dos son muy emotivos, los dos me hicieron llorar de pura tristeza y compasión por sus protagonistas, pero, sin pretender comparar dos libros entre los que no hay comparación posible,  creo que Flores para Algernon es más enternecedor y el infortunio de su protagonista más impresionante.

Esta es mi selección, que espero les haya parecido interesante.
Para completar este juego yo debería ahora invitar a otros blogueros para que presenten su selección de libros en sus respectivos blogs, y por supuesto, todos los que pasan por aquí están invitados. Pero voy a permitirme también una variación,  y en vez de nominar blogs concretos voy a pedirles a ustedes otra cosa, para que puedan jugar también, si les apetece, quienes no tengan blog propio. Y es que me gustaría mucho saber no sólo qué les ha parecido mi selección,  sino también cuál sería la suya, conocer los libros que les han producido a ustedes cada una de estas cinco emociones.
Así pues, los espero aquí detrás, ya saben, en el saloncito de los comentarios.