domingo, 23 de agosto de 2015

Mensajes anónimos


En la entrada del 20 de julio, titulada De-text-ives, hablamos de la lingüística forense, la disciplina científica que consiste, dicho en pocas palabras, en el análisis de textos escritos relacionados con casos policiales.
Como ejemplo citábamos la novela Mr. Mercedes de Stephen King, en la que el protagonista, el detective Hodges, analiza, de manera un tanto rudimentaria, una carta que ha recibido. Con el análisis de esa carta, del estilo con que está escrita, el detective traza un somero perfil del remitente, lo cual le sirve como punto de partida para averiguar de quién se trata.
En los comentarios de aquella entrada, nuestro amigo 
Carlos propuso, casi de pasada, una idea que me pareció interesante y divertida y que me gustaría llevar a cabo. Consiste la cosa en que aquellos de ustedes que deseen participar, escriban comentarios anónimos -o firmados con seudónimo- a la presente entrada, para que yo,  imitando al detective Hodges, intente averiguar a quién corresponde cada comentario, guiándome por su estilo.
Si los comentarios pertenecen a lectores que hayan comentado aquí habitualmente puede que yo tenga alguna posibilidad de reconocer su idiolecto, es decir, su forma personal e individual de expresarse. Y si algún nuevo comentarista se animase a participar, también sería interesante comprobar si soy capaz de distinguir que ese texto determinado no pertenece a ninguno de los participantes habituales.
Claro que también pueden ustedes hacer como el malo de la novela y cambiar adrede su estilo, disfrazar su idiolecto, pero ése es un riesgo que forma parte del juego. Los auténticos lingüistas forenses son tan perspicaces en sus métodos y tan sofisticados en sus procedimientos que son capaces de distinguir cuándo un texto está disfrazado y en qué consiste ese disfraz. Yo, sin duda, caeré en la trampa tramposa si la hubiere, pero eso dará, si cabe, más intriga y diversión al asunto.
Y también sería divertido que ustedes mismos –quienes lo deseen-  probasen a reconocer a sus compañeros comentaristas, asumiendo así el doble papel de analizados y analistas en este detectivesco juego.
Espero que les guste la propuesta y se animen todos a participar.
¡Gracias!


miércoles, 5 de agosto de 2015

Todos los libros son verdad


Uno de mis libros favoritos no es un libro.
Mejor dicho, es un libro que no escribió nadie.
O mejor aún, es un libro que no pretendía ser un libro.
Y además no estoy de acuerdo con lo que dice.

Esto, que parece un galimatías, se entenderá mejor si digo que me estoy refiriendo a 84, Charing Cross Road, el famoso libro que no escribió Helene Hanff.

Como es bien sabido, Helene Hanff fue una neoyorquina, guionista de televisión y escritora sin éxito, que, desde 1949 y durante veinte años, mantuvo correspondencia con la librería Marks & Co. de Londres, en especial con uno de sus responsables, Frank Doel.
Esas cartas empezaron siendo puramente comerciales, en las que ella solicitaba el envío de determinados libros, preguntaba sobre determinadas obras, la posibilidad de conseguirlas, el precio, etc.,  y a las que el señor Doel respondía con la información correspondiente.
Pero con el tiempo las  cartas fueron convirtiéndose en una verdadera correspondencia de amistad, en la que entre títulos de libros, nombres de autores, comentarios sobre las obras literarias y las ediciones, se intercalaban el interés personal, las bromas, las muestras de afecto, la preocupación por el bienestar del otro…

Es muy consolador sentir que hay alguien a muchísimos kilómetros de distancia capaz de ser  tan generosa y amable  con personas a las que ni siquiera conoce.


La idea de publicar las cartas que se escribieron la señorita Hanff y el librero londinense fue de un editor que, gracias a un amigo de ella, tuvo ocasión de leerlas.  Cuando el editor le dijo a Helene que quería publicarlas en forma de libro a ella la idea le pareció, precisamente, un disparate.

En el nº 84 de la calle Charing Cross Road (Londres), 
hay una placa que recuerda a Helene Hanff  y a la librería.

He leído este libro varias veces, y siempre me emociona el amor que transmite: amor a los libros, a la literatura y a las personas. Son cartas que  demuestran que los libros pueden hacer verdaderamente feliz a una persona, y que la distancia geográfica no es impedimento para que se creen verdaderos lazos afectivos gracias a la comunicación epistolar.
Pero la primera vez que lo leí además me sorprendió mucho un detalle en particular, cual es el hecho de que a la señorita Hanff no le gustaban las obras de ficción. Así es: ¡no le gustaban las novelas ni los cuentos!

…son sólo relatos inventados, y a mí no me gustan las ficciones.

… jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido.



Como dije al principio, este libro es uno de mis favoritos, pero ello no es óbice para que discrepe sobre esta cuestión.  Porque yo creo que las historias de ficción  son tan verdaderas como lo que se cuenta en las biografías, las memorias, los diarios y los ensayos.

La historia fue llevada al cine en 1987 por David H. Jones.
Las cosas que ocurren en las obras de ficción son verdad, son circunstancias y hechos que tienen lugar en la vida real, y los personajes a los que les ocurren son el reflejo de personas reales. ¿Acaso no han existido y existen en la vida real quijotes y sanchos? ¿Acaso no hay señoras Bovary y señores Finch en el mundo? ¿No hay en cada ciudad muchachas que lloran por el amor perdido, aunque no se llamen Nastenka, y hombres buenos que intentan remediar su pena?
Se nos presentan, claro,  bajo el disfraz de lo imaginado, de lo ficticio,  pero en esencia sus personalidades son las nuestras y sus historias nos ocurren a nosotros. Por eso nos interesan y por eso nos gusta leerlas, porque nos explican a nosotros mismos y nos ayudan a entender la vida.
Incluso las historias más fantasiosas son verdad también, porque no son sino un reflejo simbólico de las alegrías , los anhelos y  las cuitas del ser humano. ¿Acaso las invasiones extraterrestres o las hormigas mutantes no representan el miedo a lo desconocido, a potenciales enemigos o a todo lo que no podemos controlar?
 
La ficción es la realidad disfrazada de mentira, pero a Helene Hanff le gustaban los libros que hablan de la realidad vestida de calle.
Me gustaría saber que sentía al ver que ella misma fue origen y protagonista de un libro de los que tanto amaba.


Gracias a la máquina del tiempo de JuanRa Diablo
pude viajar al pasado y visitar la librería